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サマリー
あらすじ・解説
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Juan David Betancur Fernandez
elnarradororal@gmail.com
Había una vez una ciudad llamada Luna Gris, Se llamaba así porque la niebla que bajaba de las montanas se enroscaba entre los edificios como fantasmas y la luna cuando salia no brillaba en todo su esplendor sino que se veía gris y triste. En esa ciudad la gente caminaba con la mirada baja, la Navidad había perdido su brillo. Las luces parpadeaban sin alegría, los villancicos sonaban huecos y los regalos se entregaban sin emoción. La esperanza parecía haberse esfumado, dejando tras de sí una sensación de vacío y desilusión.
En un pequeño taller de las afueras de la ciudad, trabajaba un zapatero llamado Elías. Sus manos, marcadas por el tiempo y el trabajo, habían conocido la dureza del cuero y la frialdad de las herramientas. Elías había perdido a su esposa hacía unos años y, desde entonces, la tristeza se había instalado en su corazón, como una sombra persistente. La Navidad, que antes era un tiempo de alegría, se había convertido en un recordatorio doloroso de su pérdida.
Este año, Elías no tenía ningún deseo de celebrar la Navidad. No había adornado su taller, ni había preparado ninguna cena especial. Se limitaba a trabajar en silencio, intentando ahogar su tristeza en el ritmo repetitivo de su oficio.
Una tarde, mientras Elías trabajaba en un par de botas viejas, una niña llamada Sofía entró a su taller. Sofía, de ojos brillantes y sonrisa traviesa, era la hija de un vecino. Siempre radiante de alegría, era una pequeña chispa de luz en la sombría ciudad de Luna Gris.
"Buenas tardes, señor Elías," dijo Sofía con voz dulce. "Mi mamá me dijo que usted hace los mejores zapatos de la ciudad."
Elías levantó la vista, sorprendido por la visita de la niña. Sus ojos, cansados y apagados, se encontraron con los de Sofía, que brillaban con una alegría contagiosa.
"Sí, hago zapatos," respondió Elías con voz ronca. "Pero no creo que sean muy especiales."
Sofía sonrió y se acercó a la mesa de trabajo de Elías y con su suave voz murmuro "Yo creo que sí," dijo con convicción. "Yo creo que usted hace zapatos con magia."
Elías se sintió conmovido por las palabras de la niña. La magia era algo que había dejado de creer hacía mucho tiempo.
"¿Qué te gustaría que te hiciera?" preguntó Elías con curiosidad.
La niña manteniendo la voz baja le dijo como si fuera un secreto. "Quiero unos zapatos que me hagan volar," respondió Sofía con los ojos llenos de ilusión.
Elías sonrió con tristeza. "No creo que pueda hacer eso," dijo. "Pero puedo hacer unos zapatos que te hagan sentir feliz."
Sofía sonrió y asintió con entusiasmo.
Durante los días siguientes, Elías trabajó en los zapatos de Sofía con una dedicación que no sentía hacía mucho tiempo. Utilizó el cuero más suave, las puntadas más finas y los colores más brillantes. Mientras trabajaba, recordaba la alegría que sentía su esposa al ver los zapatos nuevos que el hacia.
En la víspera de Navidad, los zapatos de Sofía estaban listos. Elías se los entregó con una sonrisa que había olvidado que existía. Sofía, al verlos, gritó de alegría. Se los puso de inmediato y comenzó a correr por el taller, riendo y saltando y abriendo los brazos como alas como si de verdad pudiera volar.
La alegría de Sofía era contagiosa. Cuando elias vio a aquella niña como si volara con sus zapatos sintió que una pequeña chispa de esperanza se encendía en su corazón. Era como si la magia de la Navidad, que había creído perdida, estuviera volviendo a su vida.
Esa noche, mientras caminaba por las calles de Luna Gris, Elías notó algo inusual. La gento lo miraba a el y le agradecían.