En el último año, Ferrol ha sido escenario de una creciente preocupación por la violencia juvenil, con al menos diez reyertas graves registradas en diferentes barrios. El episodio más alarmante tuvo lugar el pasado domingo frente a una discoteca del centro, donde una pelea multitudinaria entre dos pandillas —una de origen magrebí y otra latina— terminó con varios heridos y cinco detenidos. A pesar de haber quedado en libertad con cargos, los implicados volvieron a enfrentarse el martes por la noche, generando nuevos altercados en la plaza de España y el barrio del Inferniño. La situación ha llevado al Concello de Ferrol a anunciar un refuerzo policial inminente. La Policía Local y Nacional han identificado que las disputas están relacionadas, en muchos casos, con el control de zonas para el trapicheo de drogas. Estos conflictos no solo alarman por su frecuencia, sino también por el uso habitual de armas blancas, palos o cadenas, incluso a plena luz del día, y en espacios concurridos, lo que eleva la sensación de inseguridad entre los vecinos. Los sindicatos policiales, como SUP y Jupol, denuncian que la violencia entre jóvenes en Ferrol refleja una tendencia al alza que los datos oficiales del Ministerio del Interior aún no logran captar del todo. Aunque el delegado del Gobierno insiste en que Galicia sigue siendo una comunidad segura, los cuerpos policiales de Ferrol advierten de que la proliferación de pandillas juveniles con comportamientos agresivos y violentos requiere medidas urgentes. Desde una perspectiva social, expertos en salud mental señalan que esta violencia está vinculada a una creciente frustración entre los jóvenes, una baja tolerancia a la frustración y una exposición constante a redes sociales sin filtros que refuerzan conductas agresivas. En Ferrol, además, se apunta a una confrontación cultural entre grupos juveniles que podría estar agravando la situación en barrios como el centro, el Inferniño o la zona de la carretera de Castilla. En resumen, Ferrol atraviesa un momento delicado en materia de seguridad ciudadana, con un patrón de violencia juvenil reiterado y creciente que afecta a distintos puntos de la ciudad. Aunque las autoridades locales han prometido incrementar la presencia policial, los vecinos y sindicatos exigen una estrategia más amplia que incluya prevención social, atención psicológica y control efectivo de las bandas.
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