En la vida cristiana hay días de fuerza… y días de quiebre. Momentos en los que todo fluye, y otros donde las oraciones parecen no encontrar respuesta. Cuando le preguntaron a Jesús cómo encontrar el camino, Él no señaló una dirección. Él dijo: "Yo soy el camino". Seguir a Cristo es una jornada diaria, no un destino automático. Es abrir su Palabra con reverencia, dejar que Él nos muestre quién es, aun en medio del cansancio, la espera o el silencio.

Y si hoy no sientes fuerza, no importa. Camina igual. Sintiéndote como te sientas… no te detengas.

Porque Él camina contigo.

Hoy reflexionamos sobre el dolor. Vivimos en un mundo caído y lleno de sufrimientos, pero Dios sigue en control.

El Señor usa el desierto para formarnos y moldearnos; formar a Cristo en nosotros.

Aunque conocemos de Dios, como Abraham, Moises y otros héroes de la fe, debemos seguir su ejemplo de mantenernos como viendo al invisible.

La debilidad del hombre permite desatar todo el poder De Dios a través nuestro.

Convertirse en una persona de oración es entrar en el lugar donde Dios habla. Es allí donde Él revela Su voluntad y llena nuestro corazón de paz. Si Dios te habla para otros, también te dará la gracia para compartirlo. Todos necesitamos orar continuamente, aunque a veces sintamos que no es suficiente. No te frustres; bástate en Su gracia. Él no busca perfección, sino un corazón dispuesto, un corazón de siervo.

Dios nos forma para cumplir Su propósito, y parte de esa formación es la prudencia. Ser prudente es actuar con sensatez, evitar riesgos innecesarios y saber cuándo hablar o callar.

La prudencia refleja sabiduría y madurez. Dejemos que Dios moldee nuestro carácter para hacer Su obra con sabiduría y amor.

La verdadera sabiduría no viene del mundo, sino de Dios. Vivimos en una generación que ha cambiado la moral y confunde la verdad, pero la Palabra de Dios no cambia, es absoluta. Ser sabios es vivir con una mente renovada por Él, siendo siervos para Su gloria, no para agradar al mundo. Que nuestras decisiones reflejen a Cristo en medio de una sociedad que necesita Su luz.

Dios desea que aprovechemos bien el tiempo y demos fruto que perdure. En Juan recordamos que la clave está en permanecer en Él, porque separados de Dios, nada podemos hacer. ¡Sé un siervo con fruto, no pierdas tu tiempo!

Nos convertimos en lo que adoramos. Si adoramos ídolos, nos volvemos como ellos: vacíos y sin vida, como dice el Salmo 115. Romanos menciona que aunque conocieron a Dios, no lo glorificaron, y se llenaron de vanidad. Pero cuando amamos a Dios con todo nuestro corazón, alma y mente, Él transforma nuestro carácter y nuestra vida. Adorar a Dios es vivir para Él; es hacer de Él nuestra mayor pasión y reflejar Su carácter en todo lo que hacemos.

Como cristianos, estamos llamados a vivir con justicia, rectitud y equidad, guiados por los principios de la palabra de Dios. Isaías nos exhorta a aprender a hacer el bien, mostrando que la justicia también se cultiva. Ser justos implica obedecer a Dios, actuar con integridad y reflejar el carácter de Cristo en cada acción. No somos justificados por nuestras obras, sino por la gracia de Jesús. Vivir en Su justicia es nuestro llamado diario.